Dos de los escultores más conocidos de los siglos XIX y XX, Rodin y Giacometti, se encuentran en Madrid, y a través de sus obras muestran unas conexiones que llenan la sala Recoletos de la Fundación Mapfre, que ofrece de cerca esta relación que de otra manera no serían tan evidente ante le asombro de los espectadores: Rodin-Giacometti, hasta el 10 de mayo.
Cuando Auguste Rodin muere a los 77 años (París, 1840, – Meudon, 1917), Alberto Giacometti, de origen suizo (Borgonovo, Suiza, 1901-Coira, Suiza, 1966) tenía 16 años y desde que era un crío lo admiraba. Les separa pues, una generación, pero les une una misma visión innovadora de la escultura y de su tiempo.
Son los dos escultores que a su manera rompen en su época con lo establecido. Rodin es el primero de la escultura moderna, huyendo del frío clasicismo y dando expresividad a las figuras. Giacometti podría haber derivado en la geometrización del cubismo, en el surrealismo o la abstracción propia de las vanguardias del siglo XX, pero eligió, como Rodin, la figuración y la materia. Es la primera conexión, el interés por la figuración y el modelado, de una materia que no parece acabada, que no se dota de superficies pulidas ni acabadas, en las que incluso se ve la marca de los dedos de los escultores, lo que a Rodin le supuso tanto rechazo, pero a la vez tanto éxito.