Al entrar en el Museo del Prado, tras este parón causado por la pandemia del siglo XXI, me da la bienvenida, nada más y nada menos, que La Anunciación de Fra Angelico recién restaurada. Ya no hay que buscarla por las salas, lo que por un lado quita la sorpresa, ahora te sale al encuentro ese azul del manto de la Virgen, esos trazos valientes del fraile dominico, y los dorados, restos todavía de una mentalidad medieval que se estaba marchando.
El Reencuentro en el Prado es para no cerrar la boca en el todo el recorrido, que han conseguido muy completo y accesible, para conocer lo mejor. Y muy intenso.
Después de admirar al pintor florentino, una se da la vuelta y se encuentra El Descendimiento de Van der Weyden, que también había que perderse para encontrarlo. Siglo XV enfrentado, Países Bajos e Italia, un concepto bien distinto de la pintura, y tan modernos los dos. La composición de la tabla flamenca es impecable, su colorido, sus transparencias, pero sobre todo la emoción de cada personaje. Y la mía, al encontrarlos de nuevo, en otro paisaje.