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Archiv para noviembre, 2017

Zuloaga en el París de la Belle Époque. 1889-1914. Sala Mapfre. Hasta el 7 de enero, 2018.

En el rico otoño cultural de Madrid, podemos visitar  una muestra importante de la obra del pintor vasco y universal: Zuloaga en el París de la Belle Epoque (1889-1914). La sala Mapfre de Recoletos no solo nos acerca a su obra, con una buena representación de sus lienzos, sino que también nos acerca a su época, Europa, en concreto, París a finales del siglo XIX y principios del XX, a través de la obra de sus contemporáneos.

Es una época de cambios, de convulsiones estéticas y políticas, de transformaciones sociales y económicas que harán de nuestro viejo continente algo muy distinto.

Condesa Mathuieu Noailles.Zuloaga

Condesa Mathieu Noailles (fragmento). Zuloaga.

 

Supone el inicio de una sociedad que va directa a un gran conflicto, en la que se cuestionan modelos de poder, formas políticas y donde el Gran Capitalismo adquiere una presencia fundamental.

Todo va unido, como en los cuadros de Zuloaga, tradición y modernidad, apego a lo rancio y deseo de cambiar, una aristocracia decadente y una burguesía en ciernes, un arte atado a lo clásico y uno que rompe moldes a pasos agigantados.

Ignacio Zuloaga nació en Eibar en 1870, en una España muy conservadora, y ya desde joven vivirá en París,  la capital del arte, donde reside cerca de 25 años, y se convierte así en un pintor universal. Ya de vuelta a España, el final de su vida lo pasará entre Segovia y Madrid, donde morirá en 1945, a los 75 años de edad, habiendo sido testigo de grandes conflagraciones mundiales y una guerra civil.

La posteridad no le perdona haber sido retratista del General Franco, y en cierto modo se le relega por ello. Además representaba una España negra con la que muchos no quieren identificarse, negra, tradicional, rural y atrasada.

Todo ello hace olvidar que fue un pionero en muchos planteamientos artísticos, que se formó desde muy joven para ser un gran pintor, con sus inicios en Roma ciudad en la que ya estaba a los diecinueve años, con pintores españoles como Nonell y Rusiñol,

De familia de artistas (su tío Daniel Zuloaga, renombrado ceramista) y por lo tanto inquieta, vivió su llegada a París como un auténtico choque con la tradición que veía en España. Su primeros retratos, Artista con sombrero, Mujer de Alcalá de Guadaira, irán absorbiendo poco a poco las novedades de la capital francesa. Son figuras impresionantes, que hacen un retrato psicológico de la sociedad.

Artista con sombrero. Zuloaga.

Artista con sombrero. Zuloaga.

Llama la atención El viejo verde o Mis tíos y mis primos, donde ya la influencia del Impresionismo ha aclarado su paleta. Siempre conservando su huella tradicional,  cuadros todos ellos de grandes dimensiones.

Zuloaga fue contemporáneo de Sorolla, pero ambos presentaban una España bien diferente. Consiguieron en el mismo año de 1909 exponer en la Hispanic Society de Nueva York, por el interés que A. Huntington prestaba a la obra de ambos. Expusieron por separado. La muestra de Sorolla fue un éxito arrollador, y la de Zuloaga tuvo muy pocos visitantes en proporción. Presentaban dos España muy distintas, una vista a través de la luz de un valenciano ya universal, Sorolla, y la otra a través de la paleta oscura de un vasco, Zuloaga.

Y esa es la idea que teníamos de Zuloaga. Pero en esta exposición lo vemos de otra manera, con todo lo aprendido en París, colores impresionistas que van calando en su paleta (Charles Maurice y su mujer) retratos con un toque fauvista (El casco de oro). Se ve que en París respiraba aires de libertad.

Para que recordemos lo que pasaba entonces, la muestra nos trae cuadro de Emile Bernard, pintor fauvista, al que Zuloaga retrata como si de un cuadro del mismo Bernard se tratara.

Emile Bernard. Zuloaga.Onlyartravel

Emile Bernard por Zuloaga.

La condesa de Mathieu de Noailles es la imagen de la exposición, una imagen sensual, procedente de una mirada moderna y menos tradicional, pero que no puede del todo soltar lastre del puro arte español del siglo XIX. Y así sucede con otros retratos femeninos, de gran tamaño todos ellos, alargados, reflejando personalidades que imponen, con miradas atrevidas y desafiantes en un mundo eminentemente masculino todavía, frente a paisajes tradicionales, casi todos segovianos. La modernidad de Retrato de un violinista, sobre un fondo neutro en tonos ocres, despeja toda duda sobre la dirección que está tomando la obra de Zuloaga, ya en 1910.

Adela de Quintana Moreno Zuloaga

Violinista Zuloaga

En las salas de la muestra, por cierto que llama la atención lo mal iluminados que están los cuadros, siendo un montaje tan valioso, siguen apareciendo contemporáneos de Zuloaga, Paul Gauguin, Serusier, Rusiñol, El escultor Rodin (tan amigo del pintor vasco y con el que intercambiaba obra). Es un conjunto que demuestra lo bien que encaja Zuloaga entre estos artistas de sobra conocidos y reconocidos.

 

Y también aparece en la muestra ese interés de Zuloaga por el coleccionismo, llegó a tener obras del Greco, Zurbarán, Veláquez y Goya, fiel reflejo de su interés y estudio perpetuo por la pintura española de todos los tiempos.

Cuando regresa a España, como muestran las últimas salas, vuelve a la tradición, a las raíces, se ve claramente en El reparto del vino, en La merienda, donde la modernidad persiste en los rostros pero algo se ha vuelto a adueñar de los paisajes y fondos: lo más puramente español, su tradición folclórica. La muestra más clara de esta vuelta es el duelo de Celestinas que los comisarios Leyre Bozal y Pablo Jiménez han querido ofrecer entre Picasso y Zuloaga. Una suerte poder ver en directo la obra de Picasso, de su etapa azul, expresionista, frente a esa escena rural de la Celestina de Zuloaga, provocadora y casi ofreciendo una mirada compasiva de una realidad terrible que afectaba al mundo femenino.

La retina se queda con los magníficos paisajes con figuras de El juez de Zamarramala, o El alcalde de Torquemada, con los amarillos de Mujeres de Sepúlveda, o la imponente efigie del político francés Maurice Barrés, al que coloca frente a Toledo.

Mujeres de Sepúlveda. 1909 Zuloaga

Pero el visitante también se queda con esa nueva sensación de haber redescubierto a un pintor relegado a los tópicos de la más pura tradición española, recordado por los perfiles de Falla y del mismo pintor reproducidos en billetes españoles durante la dictadura de Franco. Un pintor al que en su país, no se le organizó la primera monográfica hasta 1926. Su obra y él mismo están mucho más allá de nuestras fronteras, enriquecida por la realidad artística del París de la Belle Epoque.

SUDA Yoshihiro. Escultura minimalista japonesa. Galería Elvira González. Hasta el 13 de enero.

Una tarde de otoño, de este impropio y caluroso otoño de Madrid, es un momento perfecto para perderse en una exposición. Tras dejar el tumulto de la calle y del metro sorprende la soledad, la vaciedad, más bien, de las salas de la galería Elvira Fernández. Casi vacías, estas salas se convierten en espacios que invitan al recogimiento que venimos buscando. Nos vemos obsequiados con una invitación a la paz, al sosiego que el arte de Suda Yoshihiro, artista hiperrealista, minimalista y delicadísimo. La sorpresa nos acompaña  en ese disfrute de piezas mínimas, tan pequeñas que confundimos realidad e ilusión.

Suda Yoshihiro. Madrid. Onlyartravel

Suda Yoshihiro nace en 1969 en Yamanashi, una localidad al pie del monte Fuji, donde crece rodeado de naturaleza, pero es en Tokio, a donde se traslada en los años 90, y desarrolla su amor a la botánica, desde un entorno totalmente urbano. Su primera exposición fue dentro de un camión de alquiler aparcado en una calle del barrio de Ginza, en 1993. Actualmente vive y trabaja en Tokio, su obra ha sido expuesta por todo el mundo.

Por segunda vez, expone en España, y se trata de un despliegue muy sutil de pequeñas esculturas de plantas, flores o hierbas, que aparecen en sitios inesperados, talladas en madera de magnolio (también conocida cono honooki), teñidas con tintes naturales.

El magnolio ha evolucionado a su forma actual desde hace más de cien millones de años, y esencialmente no ha cambiado desde entonces. Me gusta la sensación de historia que emerge desde esta madera, apunta el escultor japonés.

Suda Yoshihiro . Madrid . Onlyartravel

Estas esculturas recuperan las ideas tradicionales de la belleza y la artesanía en el arte, y nos invitan a observar de cerca lo que es cotidiano y tantas veces consideramos insignificante.

Un narciso como única presencia, o una hoja de cerezo, comida incluso por algún insecto, nos hacen preguntarnos si estamos  viéndolo todo, si no nos estamos perdiendo nada. Y nos hacen agacharnos para ver más de cerca esas mínimas muestras de la naturaleza. Y comprender que es tan importante la obra, como la instalación de la misma.

Yoshihiro Suda 6

Suda Yoshihiro, artista autodidacta, estudia con mucho cuidado los espacios antes de colocar sus instalaciones. Encuentra muchas posibilidades en esquinas y recovecos, como podemos comprobar en cada sala de la exposición. Esas esquinas que  nos sorprenden a cada paso, con pequeñas flores o hierbas,  que debemos tener cuidado para no pisar.

El arte japonés es portador de un gran amor por la naturaleza, como toda su cultura, un amor casi religioso, que muestra el escultor en cada rincón de esas salas, que se presentan silenciosas y sugerentes. Dejando que cada visitante tenga sus propias sensaciones, dejando que se impregne de un mundo interior que va más allá de cada pequeña flor. Y lo hace con la sencillez de un arte minimalista propio de Japón, en este caso muy detallista, pero desprovisto de artificio.

Tallo cosas pequeñas, pero, aunque pequeñas, tanto que a veces pasan desapercibidas, tienen el potencial de cambiar la manera en que apreciamos un espacio. Creo que el arte puede cambiar nuestra perspectiva y manera de pensar. Nos motiva a ver cosas que de otra manera tal vez no veríamos.(S.Y.)

Y cuando creemos que hemos terminado de ver todas las minúsculas obras, nos volvemos otra vez, para ver si queda algo por disfrutar, por ver o descubrir. Y nos demoramos intentando que la vuelta al bullicio de la calle se retrase un poco más. Para, finalmente,  salir y tener la certeza de haber disfrutado de una experiencia cargada de belleza.

Recientemente siento que el ritmo de la vida es demasiado rápido. Nuevos aparatos y tecnologías aparecen uno detrás de otro, sin embargo, nosotros, los humanos, no necesariamente evolucionamos al mismo ritmo. Por lo tanto,para cualquier cosa que demande técnica, como el arte, tienes que dedicar tiempo…(S.Y.)

Yoshihiro Suda 5

William Morris & Co. Arts and Crafts en Gran Bretaña. Fundación Juan March. Hasta 21 enero 2018.

William Morris & Co.  Arts and Crafts en Gran Bretaña estará hasta el 21 de enero de 2018 en la Fundación Juan March de Madrid.  Está comisariada por María Zozaya y Manuel Fontán, que intentan algo más que una “bonita exposición histórica”. La comisaria invitada, Karen Livingstone señala la importancia de recoger todo piezas manufacturadas que a su vez recuperan oficios ya casi perdidos en esa época de mediados del XIX, el trabajo del cuero, las vidrieras, los bordados…La Fundación Juan March ha traído este otoño un soplo de aire fresco, de buen gusto y de modernidad, aunque sea una modernidad conseguida mirando hacia atrás en el tiempo (la Edad Media), no hacia adelante. La muestra reúne más de 300 piezas de todo tipo (mobiliario, tejidos, dibujos, pinturas, papeles pintados, cerámica, fotografías…) que sirven para reflejar el universo creador de Morris.

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William Morris (1834-1896) arquitecto, escritor, impresor, empresario, tipógrafo, tejedor, y un sinfín de ocupaciones que hacían de él un creador que no distinguía entre artesano y artista.

“El verdadero secreto de la felicidad reside en sentir un interés genuino por los pequeños detalles de la vida cotidiana”

 Lo señalaba Morris, y  resume muy bien el amor por su trabajo. Se mueve toda su obra entre lo bello y lo útil. Su preocupación es embellecer la existencia cotidiana.




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