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Escher. Palacio de Gaviria. PRORROGADA HASTA SEPTIEMBRE

ENIGMÁTICO ESCHER

El enigmático Escher, el neerlandés Maurits Cornelius Escher, es en verdad un enigma para mi, he de reconocerlo. Sus  laberintos,  creado a base de geometría y matemáticas,  que me resultan muy fácil de disfrutar, pero muy difícil de explicar. Y para ello vamos a contar con la ayuda de Antonio Muñoz Molina que apunta (El País, 13 febrero 2017): se sale un poco enloquecido (de la exposición).

Nació en los últimos años del siglos XIX, 1898, y morirá a los 73 años, también en los Países Bajos, y  aparece en sus retratos o autorretratos como un caballero enjuto vestido con una formalidad de explorador o de naturalista antiguo, de catedrático de alguna disciplina noble y difícil . Y vivió tanto que le dio tiempo a ser admirado en vida por Pink Floyd, y hasta a negar a Mick Jagger el permiso para usar una de sus obras como portada de un disco (Eschermanía, en la música, el diseño, los comics…y un largo etcétera)Escher. Onlyartravel

Pero sí he seleccionado frases y textos de mis dos visitas a la exposición, que merece sin duda la pena. Y la merece por la obra expuesta, no por el precio, quizás excesivo para los tiempos que corren,  ni por el lugar, muy descuidado, nada rehabilitado y con un toque muy acusado de decadencia: el palacio de Gaviria. Pero dicho esto, vuelvo a Escher, que afirma:

Mi obra es un juego, un juego muy serio.

Descubrimos en su obra su pasión por Italia, por sus paisajes, y por una mujer (país del que se irá a causa de  Mussolini). Roma nocturna, una oscuridad en la que impacta más la arquitectura: transmiten la sensación maravillada de descubrimiento de quien camina por la ciudad desierta a altas horas de la noche y ve surgir a la vuelta de una esquina o al fondo de una plaza una gran iglesia barroca iluminada, las ruinas colosales de un monumento antiguo. 255880_description_tickets-escher-exhibition-madridjpg

Y castillos en el aire, literal. Una primera etapa modernista que enjaula a una garza y que le hace trabajar el arte del grabado, de la xilografía.

Y poco a poco va creando ese arte que llega al intelecto, a base de matemáticas y de geometría.

Una torre de Babel. Una catedral ahogada, todo te llama en las pequeñas salas.

Su faceta de ilustrador, con grabados naturalistas , rodeados de aforismos y proverbios.

Fascinación por la Alhambra, de la que saldrán sus famosas teselaciones (infinitas, añado). Fue en la Alhambra donde concibió la idea de un espacio completamente ocupado por formas que se repetían y variaban con arreglo a normas rigurosas, del todo objetivas, como las que gobiernan los crecimientos orgánicos, las series de variaciones o las fugas de la música barroca.

Los juegos visuales de Escher enseñan lecciones valiosas sobre la percepción y transmiten intuiciones muy agudas sobre la geometría y el espacio, pero lo que de verdad lo hace memorable es su maestría técnica y su fuerza poética.

Ley de lo lleno y lo vacío.

La Cinta de Moebius. El infinito llevado a un papel.

La ley de la continuidad.

Hay que leer todo dos veces para ir asimilando las pasiones de Escher.

El orden es la repetición de unidades.

El caos es la multiplicidad sin ritmo.

Simetrías, Metamorfosis, los cuadros de Escher parece que tuvieran vida propia, que se mueven. Sus escaleras no sabes si suben o bajan, sus figuras repetidas y repetidas parecen salirse de las dos dimensiones, e incluso hacerte perder el equilibrio.

La ley de lo cóncavo y lo convexo.

Escher. Cóncavo y convexo. The Escher Foundation. jpg

 

Paradojas geométricas

¿Está usted seguro que el suelo no puede ser también el techo?

A todo ello lo llama Antonio Muñoz Molina: Poética del laberinto, por su enorme fuerza poética:

Escher lo vuelve a uno sensible a las repeticiones geométricas que organizan muchas facetas de la realidad y a la extraordinaria facilidad del cerebro para dejarse engañar por trucos visuales, a caer en trampas unas décimas de segundo antes de advertir que lo son. Combinaba el rigor de muchos siglos de artesanía del grabado con una libertad de la imaginación que podía llevarlo a la cercanía con el surrealismo.

A veces da la impresión de hacer grabados alemanes del siglo XVI y otras veces son como grabados japoneses: un estanque de agua lisa con hojas otoñales posadas en ella, intercaladas con el reflejo de las ramas de los árboles, con las figuras de los peces que nadan bajo el agua: el agua, su profundidad, lo que contiene, lo que flota en ella, lo que se refleja, todo en un solo golpe visual. Solo en la brevedad de un haiku caben tantas cosas juntas.

Por supuesto, nada que añadir.

Si pueden, no se la pierdan.

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