Sorolla en París. Últimos días para ver el Sorolla más cosmopolita. Hasta el 19 de marzo 2017.
La muestra cuenta con su obra más internacional y cosmopolita. Parte de su primer viaje a la capital francesa, con sólo 23 años, y se extiende hasta su reconocimiento en grandes exposiciones colectivas, y su consagración definitiva a partir de 1906.
Joaquín Sorolla y Bastida, (Valencia en 1863, Cercedilla, 1923) regala nuestros sentidos en esta muestra con su obra más internacional y cosmopolita. Sorolla en París parte de su primer viaje a la capital francesa, capital del arte por excelencia, París, con sólo 23 años, y llega hasta su reconocimiento en grandes exposiciones colectivas, y su consagración definitiva a partir de 1906. Fue, según la comisaria María López, el único pintor español de su época con proyección internacional.
La muestra, que consta de 66 obras, muchas de las cuales nunca se han visto en Madrid, sirve para entender la evolución artística de Sorolla, desde sus primeros trabajos de carácter social, hasta los luminosos paisajes marinos que le hacen inconfundible. Tienen en común todas ellas que fueron elegidas por el propio Sorolla para presentarse en certámenes internacionales, donde cosechó grandes triunfos por lo que destaca la gran calidad del conjunto.
Entrar en el Museo Sorolla es siempre llenar la retina de luz, de optimismo y de modernidad, la luz que tiene la que era su casa, y la que desprenden sus cuadros. Ahora se completa este delicioso rincón de Madrid con obras de gran formato, que combinan composiciones muy elaboradas y naturalistas, con el impresionismo y con otras tendencias en torno a 1900. Degas, la fotografía con sus nuevos encuadres, la delicadeza de las estampas japonesas, su admirado Velázquez, todo ello se muestra como claras influencias a lo largo de su obra pictórica.
En el piso bajo de la casa-museo nos reciben cuadros de corte social, de gran formato como La vuelta de la pesca, del Museo d’Orsay, de 1894; de denuncia social como Trata de blancas (propiedad del museo) y el que se ha convertido en seña de identidad de la muestra, Cosiendo la vela. (1896) La luminosidad del gran lienzo que cosen las mujeres, con la luz colándose por todos los rincones, y con una composición muy clásica, contrasta con los tonos menos optimistas y de denuncia social Triste herencia (1899).
Es una ocasión única para contemplar algunos de ellos, por provenir de colecciones privadas o del museos extranjeros, y contemplarlos en el marco de la casa del pintor. Triste herencia, de 1901, consiguió la medalla de honor en el certamen nacional de las Bellas Artes, en Madrid. (Caja de Ahorros de Valencia). Y Cosiendo la vela es de una colección particular, (Venecia, Fondazione Musei Civici,di Venezia, Galleria Internazionale d’Arte Moderna di Ca ’ Pesaro).
Continúa la muestra con un Sorolla más íntimo y con su faceta de retratista, de clara influencia velazqueña, pero modelada e interpretada con su paleta y pincelada impresionista y luminista. La intimidad que procede de su ámbito doméstico, de su familia, de sus amigos, siempre tan presentes en sus cuadros. Sorolla fue un hombre muy familiar y retrataba con frecuencia a su mujer Clotilde y sus tres hijos. En este ambiente intimista destaca Desnudo de mujer (1902) y Madre, del propio museo.
Joaquín Sorolla fue amigo de intelectuales y artistas de finales del siglo XIX (incluidos los miembros de la Institución Libre de Enseñanza, Giner de los Ríos y Cossío, de los que era además, vecino). Amigo de pintores como Beruete y Bonnat, descubre a un Velázquez muy admirado en Francia por Manet, y tiene contacto con pintores como Sargent o Carolus Durand.
Pero el tema por excelencia es el mar, donde triunfa la luz y el color, con niños, con pescadores, con mujeres, en playas y en barcas, (Jávea, verano de 1905). Fin de jornada,(1900, Colección particular) Pescadoras valencianas, que viene de la misma ciudad de Valencia, Niños a la orilla del mar, desde Philadelphia, La hora del baño, del Museo de Bellas Artes de Cuba. Paisajes luminosos con el agua como protagonista, con niños casi etéreos, y sin horizonte de fondo, composiciones ya mucho más modernas y rompedoras. Clotilde y Elena en las rocas, y El bote blanco, Jávea . Su amigo Blasco Ibáñez decía: “Aquello no es pintar, es robar a la naturaleza la luz y los colores”.
El paisaje español es otro de sus grandes temas, además de elegantes jardines (María en los jardines de la Granja, María pintando en El Pardo, Vistas de Segovia, de Toledo, con ese horizonte tan elevado de sus pinturas, y muchas veces inexistente.
Destacan en la muestra sus obras de pequeño formato, sus tablillas, en realidad bocetos , o más bien , pruebas de color. En 1919, lleva a cabo su última exposición en París.
La muestra Sorolla en París está comisariada por Blanca Pons-Sorolla y María López Fernández, y coproducida con los museos Kunsthalle de Munich y el Musée des Impressionnismes de Giverny, (la exposición ha estado expuesta en Alemania y Francia donde ha recibido en torno a los 350.000 visitantes.)
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