GOYA. DIBUJOS. SOLO LA VOLUNTAD ME SOBRA. Museo del Prado. Hasta el 16 de febrero de 2020.
Hace doscientos años, el día 19 de noviembre de 1819, abría sus puertas el Museo del Prado como museo real. Goya tenía 73 años y todavía vivía en Madrid. No podemos saber si él mismo acudió a este gran acontecimiento, enfermo como estaba, y muy desilusionado con la vuelta de Fernando VII como rey déspota y autoritario. Ese mismo año recibe el encargo por parte de las Escuelas Pías, de La última comunión de San José de Calasanz.
La idea de crear un museo real partió de la segunda esposa de dicho rey, Isabel de Braganza, sacar las pinturas y esculturas de las colecciones reales de su lugar, el palacio, y ponerlas al alcance de todos aquellos que las quisieran disfrutar (al principio muy pocos privilegiados, pues se entraba en el Museo con recomendación únicamente). Al inaugurarse el Museo ya tenía en sus paredes tres obras de Goya colgadas: los retratos ecuestres de Carlos IV y la Reina María Luisa, y El garrochista. Isabel de Braganza no vivirá para contemplar su sueño hecho realidad, por su temprana muerte a los 21 años al dar a luz, pero se la recordará siempre por este hecho.
Hace unos días, el 19 de noviembre de 2019, el Museo de Prado cumplía dos centurias y abría la exposición: GOYA. DIBUJOS. SOLO LA VOLUNTAD ME SOBRA, que permanecerá abierta hasta el 16 de febrero de 2020. Ha habido celebraciones de los 200 años a lo largo de todo un año, a cada cual más acertada, demostrando que es merecedor del Premio Princesa de Asturias, pero una de las más interesantes es este homenaje al gran observador de su tiempo que fue Francisco de Goya y Lucientes (1746, Fuendetodos- 1828, Burdeos). Hoy en día es el pintor que más obras tiene en el Museo del Prado: unas ciento cincuenta pinturas, 500 dibujos y la inestimable correspondencia que mantuvo desde joven con su amigo Martín Zapater. Como obra prestada durante un año, encontramos La última comunión de San José de Calasanz, de 1819.

Aún aprendo. Goya. Onlyartravel
Cuando se entra en las salas todas pintadas de blanco dedicadas a la exposición, una queda aturdida de la maravilla que se despliega ante sus ojos, por la abundancia, trescientos veinte dibujos, y por lo certero, ordenados cronológicamente, como si de una crónica de la España contemporánea se tratara. Una crónica puntual, y a la vez una crítica feroz, de alguien que no perdona los pecados de su tiempo y de sus coetáneos. Hay presencia de toda su obra en papel, desde su formación en Italia, en sus Cuadernos italianos, hasta los dibujos de su exilio en Burdeos y dibujos preparatorios para sus grabados.
Las obras proceden del Museo del Prado en su mayoría, pero también de colecciones públicas y privadas (80 dibujos), por lo que es una ocasión única contemplar tanta obra junta, la mayor exposición de dibujos de Goya. Está organizada conjuntamente con la Fundación Botín, y comisariada por José Manuel Matilla y Manuela Mena. Una muestra muy mimada, donde la luz, tan peligrosa para esta obra tan frágil en papel, y el color blanco son esenciales, dando limpieza y claridad a la muestra.
El dibujo de Goya es un ejercicio profesional y un desahogo del espíritu, un método de aprendizaje y un testimonio urgente de lo que tiene delante de los ojos. (A. Muñoz Molina, El País). Están plasmadas todas las ideas del artista, así como la historia de ese momento, ya que fue pintor de cámara de tres reyes Borbones (Carlos III, Carlos IV y Fernando VII), testigo de luchas fratricidas en la Guerra de la Independencia, y amigo de ilustrados y pensadores de la época. Una herramienta fundamental para seguir el hilo de su obra serán las cartas que mandaba a uno de estos amigos, Martín Zapater (se conservan 147 cartas entre 1775 y 1799), cartas en las que plasmaba todos sus pensamientos cotidianos, y que acompañaba con dibujos (alguna presente también en la muestra que nos ocupa). Conocemos así gustos del pintor, por la caza, por el lujo, por la lotería, aunque con escasas referencias a su obra pictórica y a la política, y a su mujer Josefa Bayeu, destacando la frase ”la casa es la sepultura de las mujeres”.
Sus inicios como dibujante se ven en el Cuaderno Italiano, comenzado por Goya en Italia, en torno a 1771, se trata de un cuaderno formado por hojas de papel verjurado blanco, encuadernado en cubierta de pergamino, que aún conserva su cuerda original, en posesión del Museo del Prado (fue adquirido en 1993, aumentando el conocimiento de los orígenes de la obra del pintor). El Cuaderno posee sus dibujos más tempranos, anotaciones de las visitas a las ciudades italianas, datos biográficos (la boda con Josefa Bayeu, y el nacimiento del primero de sus siete hijos), anotaciones iconográficas, de adquisición de material, o de fabricación de un barniz…Goya escribía mucho. Era una costumbre de los artistas desde el siglo XV, con la aparición del papel, elaborar estos taccuini, como se les denominaba en italiano a estos cuadernos, pero muchos de ellos se han perdido. Nos muestra, en el caso de Goya, sus inicios neoclásicos, copiando esculturas, pero también su personalidad, directa y sencilla, su sentido del humor y su afán perfeccionista. Le interesaba la anatomía y el modelado del cuerpo humano, la belleza, la expresividad de los rostros, anunciando en todo ello el insigne pintor que sería con el tiempo.
Lápiz sobre papel, sanguina, tinta ferrogálica (de origen vegetal y con sales de hierro) papel verjurado (de buena calidad, con leves marcas transversales), tinta de hollín, tinta parda, bugalla (agalla de roble que se usa para obtener tinta), lápiz litográfico (también llamado lápiz graso)….serán expresiones que leemos en cada dibujo, mientras se pierde la vista entre las aguadas y esas líneas perfectas que con pocos trazos consiguen crear imágenes tan enigmáticas, tan difíciles de desentrañar.
Goya tuvo una larga vida, vivió 82 años, entre enfermedades que le dejaron sordo, y toda ella la dedicó a la pintura, pintó desde adolescente, o posiblemente desde la niñez. Admiró y copió a Velázquez, aprendiendo a mirar mejor y a contemplar esa realidad que el arte y en concreto la pintura, no había mostrado hasta él. La brutalidad de la guerra, el desamparo de las mujeres, la desgracia de la ignorancia, el espanto del abuso de poder. Todo aparece en sus dibujos, su afán moralista del ambiente ilustrado que vivía, censurando vicios y su ojo crítico agravado por su enfermedad ante los desastres de su tiempo: las caras deformadas se confunden con sables y fusiles.
El papel, el lápiz y la pluma, le dan a Goya plena libertad para expresarse. A través de los Álbumes de dibujos podemos ver sus ideas, su universo interior y el universo exterior que él nos muestra. Es su obra más privada y más íntima. Los ocho Álbumes de dibujos de Goya comienzan en 1796, su viaje a casa de la Duquesa de Alba a Sanlúcar de Barrameda, hasta su muerte en Burdeos.
Los primeros, el Álbum A o de Sanlúcar, sensual, el Álbum B o de Madrid, satírico, son a base de manchas, aguadas de tinta china, y en papel holandés. El Álbum C, o de la Inquisición el más complejo y completo, conservado por el Museo del Prado, de los años de la Guerra de la Independencia y represión fernandina, en los que la vida cotidiana se mezcla con la crueldad del momento. Es de papel español, de menor calidad y encuadernado por el mismo Goya. De los álbumes D, o Inacabado, y E o de Bordes Negros, y el Álbum F de los años 20, el Prado no posee nada o muy poco. Los dos últimos álbumes, G y H, son de Burdeos, en los que mezcla escenas cotidianas y grotescas usando el lápiz litográfico (relacionado con su interés por la litografía en sus últimos años) Ambos álbumes fueron deshechos por Javier, el único hijo que sobrevive de Goya, y vendidos por su nieto Mariano, terminando en parte en los fondos del Museo del Prado. En la exposición veremos una muestra de todos los álbumes.
Asimismo encontramos dibujos preparatorios para sus series de Grabados: Los Caprichos, Los Sueños, Los Desastres, la Tauromaquia y los Disparates. La técnica del grabado (aguafuerte, punta seca o aguatinta) le convierte en un innovador en el campo del arte, y la temática, posiblemente en el primer artista contemporáneo. Cada una de sus series responde a un tema y a un momento vital y artístico. Los utilizó como un modo de difusión de sus ideas.
Goya manejó la línea con gran maestría, bien con lápiz negro o rojo, que le servían para encajar el contorno, para pasar posteriormente a definir el interior con luces y sombras. El paso del dibujo a línea a la plancha de cobre lo hacía humedeciendo ligeramente el papel y pasando ambos elementos por el tórculo, de esta forma quedaban marcadas suavemente las líneas sobre la plancha y eran la base para iniciar el grabado.
El proceso alcanza un grado mayor de complejidad en Los Sueños, génesis de Los Caprichos donde la línea a lápiz sirve para definir contornos que posteriormente se completan con líneas a pluma que se llevan directamente al aguafuerte. (Así lo explica Jose Manuel Matilla en su artículo del catálogo de la exposición Solo la voluntad me sobra, pag 24.)
El título de la exposición, Solo la voluntad me sobra, procede de una carta a un banquero y editor de libros ilustrados, exiliado en París, Ferrer, en 1825, que rechazó publicarle la serie de litografías de los toros de Burdeos. Prefería reeditar los Caprichos, a lo que Goya se negó, y alegó ”tengo mejores ocurrencias ahora…ni pluma, ni tintero, ni papel, todo me falta…solo la voluntad me sobra” para hacer entender que hacía lo que quería. La mejor manera de recordar a este artista moderno, de su tiempo, creativo e independiente.
Que no falte voluntad para estremecerse con el genio de la pintura llamado Goya. Muy recomendable una visita tranquila, sin prisas.
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