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Joaquín Torres García de nuevo: Museo Picasso de Málaga (y en Madrid, todavía, en la Galería Guillermo de Osma)

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Joaquín Torres García en su estudio de Montevideo

Volvemos a Joaquín Torres García,  a Un moderno en la Arcadia, una retrospectiva muy viajera que partió del  MOMA de Nueva York,  viajó a Madrid este verano, y de la capital al Museo Picasso de Málaga, donde estará hasta el 5 de febrero de 2017.

Pero no se ha ido del todo de Madrid, Torres García y el objeto,  hasta el 12 de noviembre, en  la galería Guillermo de Osma  (Claudio Coello 4, 1º izda.) recoge en sus recoletas salas de más de 60 obras, entre dibujos, carteles publicitarios, esculturas, juguetes y muebles de este artista en voz baja, como le denomina Antonio Muñoz Molina…que ya era pintor antes de enterarse que existiera la pintura, en su infancia de Montevideo, su tierra natal.

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Mujer. Escultura en madera pintada. 1929

Un artista versátil, polifacético y que tiene una trayectoria vital y artística llena de cambios de rumbo y de lugares de residencia (demostrando en cada lugar, Barcelona, Nueva York, París…una continua adaptación al medio). Trabajaba con igual pasión en sus dibujos, sus pinturas o sus juguetes de madera, como también lo hacía en las ilustraciones de libros, y revistas o en los numerosos escritos que dejó (más de veinte libros y numerosos artículos). Su variada propuesta artística y estética ha impedido que se le clasifique dentro de ningún ismo.

Es un placer encontrarse con los objetos de Torres García en unos espacios tan acogedores como las salas de la galería Guillermo de Osma. Subes las escaleras con la sensación de no saber lo que vas a encontrar, y de repente te envuelve la obra de toda una vida: ilustraciones de libros muy cuidadas, carteles publicitarios que sorprenden por la modernidad (hechos en París, entre 1924-32, para Vogue, Eau Vichy, Discos Odeon…) y que se muestran por primera vez al público; retratos y dibujos de edificios de Nueva York , ciudad que le deslumbró por su modernidad, entre 1920-22, pero a la que no se adaptó, ); y los objetos de madera, juguetes y muebles.

Los juguetes atraen la atención de manera irremediable, y podemos ver  en ellos la mezcla de su interés por la artesanía, lo tradicional, lo clásico, y por otro lado, una estética vanguardista, con un tanto de primitivismo, de geometría y de abstracción, fruto de de su concepción del artista como constructor.

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Camión lechero y coche rojo. 1917-1919

Comenzará la fabricación de juguetes en su estancia en Barcelona, movido por su paternidad y por el amor al oficio de su padre y su abuelo, la carpintería. En esta ciudad daba clases de pintura y de arte a hijos de las familias burguesas catalanas, y contactó con la pedagogía más avanzada (Montessori, Föbel…) lo que hace que desarrolle su innovadora manera de ver el arte y la educación. Construyó juguetes para sus hijos (Olimpia, Augusto, Ifigenia y Horacio), siguiendo sus conocimientos pedagógicos, pudiendo más adelante, fabricarlos con fines comerciales. Esta aventura comercial la continuará en Nueva York creando la Aladdin Toy Company, pero un incendio fortuito de toda la producción en 1924 dio al traste con este negocio, y fabricará  los últimos juguetes en su propia casa en París.

Entendía el juguete no solo como algo lúdico, sino como algo ideado para el desarrollo sano del niño, que permitieran la experimentación y la creatividad (bloques ensamblables). Un niño con sus juguetes parte de elementos geométricos y construye objetos como coches, caballos…Eran juguetes sólidos, para soportar las manos de un niño, lejos de los juguetes burgueses de porcelana. Con ellos convirtió el juego en algo que serviría para hacer una sociedad mejor.

!Todo es juguete y pintura! Y sabe Ud. lo bello que es vivir para estas cosas (JTG a Rafael Barradas, 1918) (Torres García y el objeto. Galería G. de Osma)

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Joaquín Torres García, (Montevideo 1874-1949). Hijo de madre uruguaya y de padre español, volvió a  Cataluña, tierra natal de su padre,  con toda su familia,  cuando él contaba 17 años de edad. Entró en contacto con la Barcelona modernista, industrial, coincidiendo con los artistas del momento, Isidre Nonell, Julio González, Pablo Picasso,…Al igual que el pintor malagueño,  su obra fue una constante experimentación. Y es en la Museo Picasso donde se ha abierto de nuevo la retrospectiva de Torres García, Un moderno en la Arcadia.

Los dos artistas coincidieron en Barcelona, en su lugar de estudios de Bellas Artes y en alguna exposición. Joaquín Torres García vivió en Barcelona, hasta su traslado a Nueva York, hacia 1920, tras la Primera Guerra Mundial, pero por apuros económicos y la diferencia de idioma, regresó a Europa con su familia en 1922. Pasó por varios lugares de Italia y Francia hasta instalarse en 1926 en París. En París volverá a coincidir con Picasso, sobre el que empezó a escribir un libro, que, posiblemente destruyó el propio Torres García por desavenencias con el pintor malagueño. La muestra se completa con la correspondencia inédita entre ambos, sobre este proyecto que finalmente no vio la luz,  y del que solo queda la portada,  como muestra una de las vitrinas del museo.

Torres García organizará en París importantes exposiciones en torno a los artistas constructivistas y abstractos, Mondian, Leger, J.Arp…pero el mercado del arte de los críticos años treinta no apoyaba nada estas iniciativas. Terminará marchando con sesenta años a Montevideo, donde llevará a cabo una labor cultural y artística fundamental para Latinoamérica,  y donde vivirá hasta su muerte a los 75. Dará forma definitiva a su Universalismo constructivo, propuesta artística única, según el cual el arte se construye en base a una estructura colmada de signos y símbolos, reflejando así un orden universal.

Fue un artista ligado a su tiempo, y contribuyó tanto en Cataluña, como en Uruguay, a la creación de sendos proyectos nacionales, buscando el apoyo de las instituciones, y desarrollando estilos relacionados con el lugar: clasicismo mediterráneo en Cataluña, fracasado,  y constructivismo geométrico con referencias precolombinas en su país, también frustrado. Todo ello muestra a un artista de gran curiosidad, de carácter poliédrico, en continua búsqueda y experimentación, e incasable a la hora de acomodarse a nuevas realidades.

Volviendo a Muñoz Molina, Torres García, autodidacta y zurdo, devoto de los misticismos simbolistas de la época y de la carpintería, que se escapaba del modelo solitario y egocéntrico de artista, para ser un hombre familiar, que aceptaba todo tipo de encargos para el sustento de su prole, y a todos dedicaba la misma pasión.

 Artista de éxito incierto en el siglo XX, pero de visita imprescindible en el siglo XXI.

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