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Los fauves. La pasión por el color. Fundación Mapfre. Sala Recoletos (hasta el 29 de enero de 2017).

 

 

Por Anap.

La muestra de la Sala Mapfre Recoletos, Los Fauves. Pasión por el color, nos recibe ya desde el principio con un gran despliegue cromático. El encargado de darnos la bienvenida es el cuadro ampliado de Vlaminck, Restaurante de la Machine en Bougival, un cuadro sobre la vida real, pero no tal como la conocemos. Con una cegadora luz de verano, e inundadas de un colorido de máxima intensidad, aparecen las  calles pavimentadas de oro y desiertas. El efecto general es como una descarga eléctrica para el ojo. Maurice Vlaminck usa pintura sin mezclar, directamente del tubo, cromatismo extremo para sensaciones extremas, dando como resultado un color puro. (Como apunta Will Gompertz en ¿Qué estás mirando? 150 años de arte moderno en un abrir y cerrar de ojos, un  libro muy recomendable para entender el arte contemporáneo).No hay mejor forma de comenzar la visita de esta muestra, una auténtica orgía de color, que ya tantos visitantes han disfrutado, y disfrutarán, atraídos irremediablemente por la fuerza que irradia el fauvismo.

Este movimiento pictórico abrirá las vanguardias del siglo XX, de escasa duración, como todas ellas, durará apenas cuatro años (1904-1908) y se solapará al final con el cubismo. El fauvismo mostrará como característica fundamental la utilización del color puro, dando como resultado un arte emocional, que reclama la libertad como vía de expresión, huyendo de convencionalismos y llenando sus paisajes, retratos e interiores de estridentes colores.

Desprecia elementos pictóricos como la perspectiva, el modelado, y busca la implicación emocional del espectador. El resultado es un arte muy decorativo, pero no por ello carente de alma. No se puede hablar de improvisación, sino de ciencia, de cuadros perfectamente estructurados y elaborados, sin dejar nada al azar.

Será el fauvismo el nexo entre el siglo XIX y el XX, beberá de los neoimpresionistas (puntillismo…), de los postimpresionistas (VanGogh, Cèzanne, y Gauguin) y enlazará con las vanguardias del comienzo de un siglo que aún todavía no doloroso. Sus representantes no componen en realidad un grupo homogéneo, son más bien individualidades que coincidieron en la Francia de principios de siglo, amigos y cómplices en esta atrevida aventura. Son fundamentalmente tres: Henri Matisse, André Derain y Maurice Vlaminck, pero su influencia caló en la obra de otros muchos: Albert Marquet, Henri Manguin, Charles Camoin, Jean Puy, Raoul Dufy, Othon Friesz, Georges Braque, Georges Rouault y Kees van Dongen.

La exposición consta de unas 150 obras, entre pinturas, esculturas y cerámicas, de más de ochenta prestadores como el Centro Pompidou, la Tate Gallery, además de museos alemanes, daneses, y americanos,  y una treintena de coleccionistas particulares, que aportan obras de calidad, que difícilmente se pueden ver. Se ha conseguido así un exhaustivo recorrido por el fauvismo, desde sus orígenes hasta su desaparición, y se ha conseguido también que esté representada la obra de todos sus miembros.

Fue un movimiento polémico, desafiante e innovador. Se enfrentó al arte de su tiempo, todavía de corte tradicional. Los fauvistas serán los últimos pintores en pintar al aire libre, pero su colorista obra no tiene nada que ver con los primeros que lo hicieron, los impresionistas. Ambos movimientos pictóricos, separados tan solo por una treintena de años,  se beneficiaron en su afición por pintar al aire libre, del invento del tubo de óleo, y de la utilización de los pigmentos no naturales, que les permitía mayor autonomía y mayores gamas cromáticas. Pero los fauvistas usarán los colores tal como salen del tubo, en especial Vlaminck, colores puros sin mezcla, mientras que los impresionistas llenan los lienzos de matices lumínicos.

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Homme. Matisse 1902

Es una muestra organizada en orden cronológico, y los inicios se remontarán a 1890, (Fauvismo antes del fauvismo) en torno al taller de Gustave Moureau, al que asiste un Henri Matisse todavía muy tradicional en sus formas, con un claro interés por la figura humana, y con influencia de Cèzanne. Matisse ha dejado el estudio de leyes para dedicarse a la pintura, y lo hace desde la formación más conservadora. Será el que lidere el movimiento fauvista, y enseguida le acompañarán en el mismo taller, Marquet, Manguin, Rouault, cada uno en su propio estilo. El profundo sentimiento de amistad entre ellos será fundamental para el desarrollo del fauvismo.

Tras la muerte de Moureau, Matisse conocerá a Derain y a Vlaminck., con los que organizará una exposición dedicada a Van Gogh, formándose así el núcleo fundamental del fauvismo. André Derain abandonará la ingeniería por la pintura y Maurice Vlaminck dejará su formación de músico, y su afición al ciclismo y a escribir novelas eróticas para dedicarse a pintar el resto de su vida.

El segundo bloque de la exposición recalca la amistad de los miembros del grupo (Los fauves se retratan), amistad que será la clave de la formación del fauvismo. El verano de 1905 lo pasarán en la Costa Azul, en Coilloure, buscando una pintura más libre. Tuvieron un verano muy prolífico, pintaron múltiples paisajes y retratos que hicieron unos de otros. De estos retratos cruzados destacan los provenientes de la Tate, de Derain y de Matisse, rostros conformados por múltiples manchas de color, prescindiendo por completo del dibujo y utilizando ese mismo color como expresión emocional de su amistad, se servían del color como un poeta se sirve de las palabras: para revelar la esencia del tema. (W. Gompertz).

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Matisse. A. Derain. 1905

Se les va a denominar en una tercera sala, Acróbatas de la luz, de esa luz que incide en sus paletas y hace que los colores aumenten de intensidad.Destacan los paisajes de Derain, como Barcas en Coilloure. Marquet y Camoin ofrecen paisajes menos libres, más ligados a la vida cotidiana, y Vlaminck, el más fiera de los fauves, img_20161028_165741 satura los colores, con una pincelada efusiva e impetuosa, como en su Restaurante de la machine en Bougival.

Ese mismo año de 1905 presentarán sus obras en el Salón de Otoño de París, en su tercera edición. El Salón de Otoño había nacido en 1903, en oposición al Salón de la Academia, que cada año se quedaba más rezagado, a fin de dotar a los artistas de vanguardia de un lugar alternativo en el que exhibir su obra. En la convocatoria de 1905 luciría la obra de Renoir, Rodin, Manet o Ingres, todos ellos muy admirados por la opinión pública francesa.

Las obras presentadas por el grupo de Matisse y sus amigos fueron tachadas de psicodelia, pero la influencia de Matisse consiguió que se expusieran, y que lo hicieran en una misma sala, en la séptima. Es entonces cuando se hizo famoso el comentario del crítico de arte Louis Vauxcelles, de gusto conservador y muy influyente (Donatello chez les fauves, Donatello entre las fieras, en alusión a una escultura de corte renacentista que había en el centro de la sala). La sala que se reservó para el grupo encabezado por Matisse, Derain y Vlaminck sacudió la opinión pública, había estallado un terremoto de luz y color, lleno de estridencias, y de agresividad. Estaba naciendo el primer movimiento artístico de vanguardia del siglo XX: el fauvismo.

De ahí el nombre de la siguiente sala de la exposición: La fiereza del color. Los fauvistas, gracias al Salón de otoño de 1905, harán constantes exposiciones en París, apoyados por los marchantes de moda. Alguna de las obras presentadas (como el retrato que Matisse le hizo a su mujer, Mujer con sombrero.) fue comprada por Leo Stein, hermano de la escritora Gertrude Stein. Ambos hermanos poseían una amplia casa en Montparnasse, lugar de encuentro de artistas, músicos, pintores…que estaban en París o pasaban por allí. Leo era crítico de arte y coleccionista, figura de referencia y un gran apoyo para las vanguardias, compraba obra de Cèzanne, Renoir, Toulouse-Lautrec..

El escándalo sirvió a los fauvistas de acicate y se fortaleció su unión, y de este modo continuaron sus investigaciones pictóricas. Otro marchante, Ambroise Vollard,  mandará a André Derain a Londres, a hacer una serie de paisajes, como los que hizo Monet en su tiempo. El magnífico resultado, lleno de vibrantes colores arbitrarios se puede admirar en la exposición. Este rincón supone la parte más atractiva de la misma (y a la que tuve que volver una y otra vez,  antes de terminar la visita), junto a los paisajes del Sena de Vlaminck.

Se fueron sumando al movimiento artistas como Raoul Dufy, Georges Braque y Othon Friesz, que terminaron derivando en otras vanguardias que se fueron solapando, como el expresionismo y el cubismo. Queda muy bien reflejado en la sala Los senderos que se bifurcan. La influencia de Cèzanne se hizo cada vez más patente. Tras su muerte en 1906, el Salón de Otoño de 1907 le homenajeó con una gran retrospectiva, que dejaba de lado la desmesura del color  del fauvismo. Se atiende a una nueva preocupación sobre la estructura y las formas, que conducirá al cubismo.Y al expresionismo.  Se abandona el color estridente y agresivo. Así los últimos cuadros de la muestra  vemos a Braque, Derain (futuro rival de Picasso) y Dufy entregados a las formas geométricas, de marcado tinte cubista. Para Matisse, el fauvismo fue una experiencia más, en su búsqueda de un espíritu que iba más allá de ella; para otros, este estallido de color supuso el gran momento de su carrera, y aún otros, como Vlaminck, nunca escaparon de él.

La muestra pictórica está acompañada de una selección de dibujos acuarelas y cerámicas. A este último formato artístico se abrieron los fauvistas para que el gran público pudiera comprar obra de arte. No funcionó comercialmente, pero ha quedado una muestra más de este movimiento colorista.

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Comentarios (2)

  • Avatar

    Pedro

    |

    Una exposicion al alcance de todos los gustos y edades, el color situa los fauvistas en un estadio aparentemente no tan conceptual como otros movimientos, pero no por ello menos interesantes, a mi también me ha gustado, en especial la luminosidad que consiguen en algunos paisajez con mezclas de naranjas y azules
    Enhorabuena por el artículo Ana

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